Se puede llamar ciber-delincuencia a aquella actividad delictiva cuyo objetivo es atentar contra la confidencialidad, la integridad y la disponibilidad de los sistemas informáticos, de las redes y los datos, así como el uso fraudulento de dichos sistemas, redes y datos.
En España se ha duplicado esta actividad ilegal en menos de una década, se podría decir que es un “negocio al alza”.
En el año 2011 se contabilizaron 28.963 ciber-crímenes y la tendencia ha ido aumentando hasta superar la barrera de los 60.000 casos denunciados en 2017.
La profesora de estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC explica que: “El mundo digital favorece las condiciones para que el ciberdelincuente desarrolle los rasgos y habilidades necesarias para cometer los delitos”.
El desplazamiento al ciberespacio de las relaciones humanas, cada día tenemos más relación a través del móvil o el ordenador que en persona, y económicas, es lo que ha provocado un descenso en la delincuencia convencional, sobre todo en la delincuencia juvenil. Hoy en día se ven más casos de acoso por medio de las redes que en una relación cara a cara, ya que las nuevas tecnologías lo propician mediante los vídeos y las fotografías.
A la hora de intentar perfilar este tipo de criminales, no es tarea fácil, ya que la ciber-delincuencia no se cierra a una franja determinada de edad o un estrato social determinado, tampoco es necesario que quién cometa este tipo de actos sea un profesional informático.
Con toda esta información es lógico que resulte difícil predecir este tipo de delincuencia, pero gracias a la inteligencia artificial se han podido crear mapas para entender dónde y cuándo se desarrollan estos delitos. Estos mapas son creados por ordenadores que cruzan información, lo que permite tener más control sobre la prevención de la delincuencia, aunque el uso de esta tecnología crea dilemas éticos y jurídicos.