El post de esta semana lo quiero dedicar a una persona que se merece todo nuestro respeto y nuestra atención cómo criminólogos y como sociedad. 

Emilio Calatayud es un abogado, magistrado español y juez de menores en la ciudad de Granada; seguramente muchos de los que estéis leyendo esto conocéis el trabajo de este juez, pero para quién no lo sepa permitirme hacer un resumen. 

Este juez es conocido por dictar sentencias basadas en la educación y el trabajo social para los jóvenes que cometen delitos penados con penas privativas de libertad, todo ello porque aboga por el castigo quiénes cometen un delito mediante la educación, tratándose así de medidas innovadoras y constructivas. 

Por poner algunos ejemplos de sentencias: 

  • Visitas a la planta de traumatología de Granada por conducir un ciclomotor sin seguro de circulación 
  • Trabajar con los bomberos por haber quemado papeleras. 
  • Impartir 1000 horas de clases de informática a estudiantes a un joven que había crackeado varias empresas granadinas provocando daños por 2000   

Os invito a que veáis algunas entrevistas suyas y vídeos que podéis encontrar en YouTube, porque realmente merece la pena escucharlo. En una de sus últimas entrevistas dijo «Mis opiniones son discutibles y mis sentencias son apelables, por lo tanto no he dicho nada». 

Visto un poco a grandes rasgos la semana pasada sobre formas alternativas a la represión del delito, vamos a adentrarnos más en la prevención en sí misma. 

¿Qué es la prevención? 

La prevención implica disuadir al delincuente o ponerle obstáculos para la comisión de un ilícito, pero la pregunta es ¿cómo se consigue disuadir?  

Para unos únicamente bajo la amenaza de pena se disuade a la generalidad de cometer un delito, lo que se busca es contramotivar al potencial infractor; para otros, dichas amenazas no tienen especial relevancia, cosa que sí tendría educar a la ciudadanía para que no cometan delitos, es decir anticiparse a él. En un sentido estricto, prevenir sería algo más que dificultar la comisión de un hecho delictivo, desde el punto de vista etiológico el concepto de prevención no puede desligarse de la génesis del fenómeno criminal pues reclama una intervención dinámica y positiva que neutralice las raíces del delito, es decir las causas, ya que la mera disuasión no afecta a dichas causas que seguirán estando ahí presentes. 

Ya aquí podemos ver también la antítesis del derecho penal y la prevención, ya que, en un Estado social y democrático de derecho, el derecho penal solo puede intervenir cuando se lesionan los bienes jurídicos, por lo que anticiparse a ello iría totalmente en contra de esta premisa. 

La prevención atañe a todos los variables sociales porque el crimen es considerado un problema de la comunidad, que nace en la comunidad y que ha de resolverse por la comunidad, de tal modo que dicha prevención no es exclusiva de los medios de control social formal, sino también de los medios de control social informal. 

El crimen y la criminalidad son dos de los problemas que más preocupan a la sociedad en la actualidad, ambas han existido siempre por lo que no es nada nuevo, pero a esta importancia real le acompaña una relevancia simbólica, y es que hoy en día en las sociedades contemporáneas tenemos un mayor acceso a la información que, gracias a Internet, fluye de manera más rápida, lo que provoca que el problema se aprecie de forma más intensa. 

Así, ante un hecho criminal que llegue hasta nosotros surgen diversidad de cuestiones: se crea una mayor sensibilidad victimológica, hay personas que asumen una postura y la difunden (juzgar el hecho o a quién lo ha llevado a cabo, absolver o condenar según su “sentido común” o como mejor les convenga, etc.) 

Una cosa sí es cierta, y es que el tratamiento del fenómeno criminal debe ser tratado con rigor y cuando hablamos de rigor lo primero en lo que pensamos es un enfoque punitivo al sustentar la necesidad de castigar, o más bien la “obligación” que siente el Estado de castigar el delito, pero ¿será que es suficiente? ¿son posibles alternativas no punitivas para el tratamiento de la criminalidad? 

En un estado social y democrático de derecho está claro que la mayor atención debe estar en la creación de una política criminal que se anticipe al delito y evitar así al máximo su represión, aunque claro esto es fácil decirlo, pero no tanto llevarlo a la práctica. Dentro de toda la gama de políticas públicas que atañen a la prevención hay una materia que no sería tan complicada adoptar: la educación. 

En la criminología clásica, caracterizada por un Estado totalitario, la perspectiva que se tenía en relación con la delincuencia era totalmente reactiva, es decir el delincuente es un enemigo del Estado y el objetivo era disuadir a la población de cometer ilícitos penales castigando al delincuente, no se le veía como un ciudadano por lo que ni siquiera se podía hablar de prevención. 

Por el contrario, en la criminología moderna caracterizada por los rasgos de un Estado social y democrático de derecho, el fenómeno delictivo se aborda desde una perspectiva social, teniendo más importancia anticiparse al fenómeno delictivo, que reprimirlo. Es especialmente relevante reparar el daño causado a la víctima y ofrecer alternativas de socialización al delincuente. 

Hoy 23 de septiembre fue el día elegido por la Conferencia Mundial de la Coalición Contra el Tráfico de

Personas para instaurar el día Internacional contra la explotación sexual y la trata de personas.

Lamentablemente la trata de seres humanos es un fenómeno que está lejos de seguir en expansión y que afecta a todos los países. También atenta contra los derechos fundamentales de las víctimas, además de ser una forma contemporánea de esclavitud.
Este crimen se caracteriza por la vulnerabilidad de las víctimas y de las cuales se aprovechan sus autores, afectando incluso a menores de edad. Incluye diferentes tipos de violencia entre las que podemos nombrar el secuestro, el engaño, violencia sexual, violencia en el ámbito laboral, violencia física y psíquica, etc.
La trata de seres humanos puede tener diferentes fines, si bien el más común es la explotación sexual, ataca a la dignidad y la libertad de las personas, cuyo lucro es muy elevado según la UNICEF al afirmar que es un negocio de miles de millones de euros en el que coste de comprar y vender seres humanos no es muy elevado y los riesgos son menores si los comparamos con el tráfico de drogas o armas.