¿Sabéis que podría pasar si en una misma sala se juntaran al delincuente y la víctima de un delito?  

En muchos casos de delitos menores se utiliza la justicia restaurativa como medio de resolución de conflictos, esta se centra en resolver los problemas que han surgido de la comisión de un hecho delictivo, de tal modo que las víctimas, delincuentes y la comunidad se unen para solucionar los conflictos provocados como el sufrimiento de la víctima, los daños a la comunidad y la responsabilidad del delincuente.  

La justicia restaurativa convierte al delincuente en responsable comprendiendo las consecuencias de su comportamiento, a la vez que le ofrece aprender a respetar la ley; también permite que la víctima haga preguntas y reciba respuestas. Y en muchas ocasiones se logra que el agresor reconozca su culpabilidad y pida perdón a la víctima. 

Puede parecer poco el hecho de pedir perdón, pero para la víctima es muy importante saber que la persona que cometió el delito se muestra arrepentido de sus actos. 

El crimen perturba la confianza de la sociedad lo que muchas veces lleva a la discriminación. Muchas veces no nos percatamos, pero el crimen también supone una relación existente entre la víctima y el agresor, una relación es dolorosa y si no se resuelve puede afectar de forma negativa al bienestar de ambas partes. 

Existen tres tipos de justicias: retributiva, de rehabilitación y restaurativa. ¿Qué diferencia a la justicia restaurativa de las otras dos? 

Para la justicia retributiva y de rehabilitación el Estado es la víctima siendo el delincuente responsabilizado recibiendo un castigo (justicia retributiva) o un tratamiento (justicia de rehabilitación), de tal modo que la víctima real pasa a ser una preocupación secundaria del Estado. Por tanto, la importancia de la justicia restaurativa es que se otorga una importancia mucho mayor a la participación de los protagonistas: la víctima y el delincuente. 

La semana pasada os hablaba de la perfilación criminal y el método más usado en ella, pues bien esta semana me gustaría profundizar un poco más en el método V.E.R.A.

Como ya os comentaba, es muy eficaz en el trazado de perfiles psicológicos, pero no solo eso, ya que posibilita además crear una base de datos estadísticos de agresores clasificados por tipología delictiva y psicológica.

También permite comprar el perfil trazado con el delincuente real, una vez detenido, para comprar y mejorar la elaboración de futuros perfiles criminales.

El primer paso a la hora de utilizar este método es la recopilación de datos, datos que se clasifican según los diferentes apartados: víctima, escena del delito, posible delincuente, etc. Resulta de gran importancia hacer una diferenciación clara del modus operandi, el ritual, la escenificación y el sello personal.

En una segunda fase se realizan inferencias basándonos en la idea de que un delito es un escenario muy complejo y se trabaja sobre la hipótesis de que la mayoría de ellos siguen un hilo conductor.

Una vez recogidos todos estos datos es fundamental reconstruir de manera acertada la historia que representan.

La tercera y última fase de la recogida de datos, consiste en elaborar hipótesis, siendo que de ellas se trazará el perfil criminal. Las hipótesis se elaboran de manera progresiva, es decir, puedes derivar unas de otras.

La próxima semana veremos como una vez recogidos todos estos datos, elaboramos el perfil criminal.

Después de dos semanas de descanso, vuelvo a la carga con más contenido sobre la criminología.

En esta ocasión os quiero escribir sobre la victimización de la víctima (aunque suene redundante), porque una persona que sufre un delito no sólo es víctima una vez, sino que puede llegar a experimentar hasta tres formas de victimización.

Las tres formas de victimización que puede sufrir una persona son:

– Victimización primaria: se trata del hecho en sí, es decir, es la victimización que sufre la persona a consecuencia de la originaria agresión.

– Victimización secundaria: esta es subsecuente a la primaria, normalmente sucede cuando la víctima es estigmatizada, culpada o rechazada por las instituciones o el marco social de reacción (medios de comunicación, entorno de la víctima, etc.)

– Victimización terciaria: es la sufrida al construir obsesivamente su identidad (la de la víctima) en torno a la victimización. En este punto es importante ayudar a la víctima y enseñarle a superar el trauma sin forzarla, a generar resiliencia.

Como ejemplo claro de este proceso de victimización pongo el caso de “La Manada”. ¿Quién no ha oído hablar de ello?

En este caso, la victimización primaria sería el simple hecho de que la víctima ha sufrido una presunta violación por parte de cinco personas adultas.

La victimización secundaria la ha sufrido en el momento del interrogatorio en el juicio, cuando los abogados le preguntan en varias ocasiones si había consentido la relación, cuando un detective privado le sigue día y noche, cuando dudan de ella en todo momento por el hecho de ir sola por la noche, de acercarse a hablar con varios chicos, de darse un beso con uno de ellos.

Todos estos actos no justifican el hecho de haber mantenido relaciones sexuales sin consentimiento. La ausencia de un “No” no implica consentimiento.

Y por último, la victimización terciaria es sufrida por la víctima cuando ve su caso en las noticias día sí y día también, cuando se dio cuenta de la existencia de imágenes grabadas del momento que podía haber salido a la luz.

Como siempre os dejo un enlace con varios artículos sobre este caso